Ensayo
de la película Ágora de Alejandro Amenábar
Ágora es una película ambientada en la
antigua ciudad de Alejandría, Egipto 391 d. C., bajo la premisa de cambios científicos
y religiosos.
La ciudad había sido, hasta ese entonces, sinónimo
de poderío y cultura. Pero con el auge del cristianismo, se ve envuelta en
conflictos religiosos; que propician una guerra a raíz de las diferencias
religiosas y a favor del poderío político.
El argumento principal de la película, la
incomprensión entre los hombres, aun está presente en la sociedad. Porque los
seres humanos, reacios y temerosos al cambio, rechazan todo tipo de diferencias,
religiosas, raciales y socioeconómicas, ignorando que “Si dos cosas son iguales
a una tercera, entonces todas son iguales entre sí”.
¿No son todos los hombres, aun con miles de
diferencias, semejantes entre sí?
Aunque el ser humano se ha empeñado en mantener
un prototipo de acción en cuanto a conducta, aspecto y pensamiento, siempre han
existido diferencias. Estas, marcadas por la incomprensión, son
nulas ante la premisa de igualdad con la cual todos hemos nacido.
Desde 1948, esta premisa se respalda en el artículo
1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; “Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
En Ágora, Hipatía, la filosofa, encarnaba la
diferencia. Ella siendo pagana declarada, convivió como amiga y consejera, pese
a las diferencias religiosas, con
algunos de los hombres más poderosos de la época. Entre ellos Orestes, el
Prefecto romano en Alejandría, su eterno pretendiente.
La convivencia y el hecho de una mujer, en
esa época, se atreviera a expresar sus opiniones, demuestran que las diferencias
se anulan cuando las personas se aprecian entre sí por su condición de seres
humanos. Hombres y mujeres, fuertes y débiles, amos y esclavos, todos iguales,
puesto que han hecho a un lado las posturas y creencias que los acompañan en su
devenir y solamente se miran como lo que son realmente, humanos.
Hipatía no tuvo miedo de reprochar lo establecido. Apeló al
entendimiento entre los hombres y refutó la teoría geocéntrica de Ptolomeo,
verdad absoluta de la época, apoyando la teoría heliocéntrica de Aristarco; por
la cual cuestiona también la perfección del círculo, la forma más pura del
universo. Con su audacia, descubrió que las formas impuras, pueden coexistir
sin perjudicarse ni chocar entre ellas, al igual que la trayectoria cónica del
movimiento de la tierra y los demás planetas alrededor del sol.
Esta trayectoria y su forma cónica, metafóricamente
sustentan la coexistencia de los hombres en la tierra. Apelando a que sus
diferencias forman parte de la perfección de un único sistema de convivencia,
en el cual el poder y la razón viajan en movimientos cónicos, alejándose de
unos para acercarse a otros, pero siempre manteniendo una cierta distancia. Con
esto se afirma que no hay poderes, ni verdades absolutas.
En la comprensión de este principio del
movimiento, se encuentra la clave de las relaciones humanas. Aceptando la
relatividad del poder y la verdad, se obliga al hombre a replantear sus propias
circunstancias y a abrir la mente a nuevas posibilidades, propiciando la
comprensión y aceptación de otras posturas y por ende de las diferencias.
Las
semejanzas entre los hombres son más fuertes que sus diferencias.
Para sustentar el origen del hombre se han
expuesto dos teorías, distintas desde sus postulados, pero ambas validas en la
actualidad.
Desde la perspectiva religiosa, surgió la teoría
del creacionismo, que sitúa a Dios como el creador de todo, incluido el hombre.
De esto, la Biblia, las sagradas escrituras para los creyentes, dicen, en Génesis
1:27: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,
a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó”.
En la perspectiva científica, aparece desde Charles
Darwin la teoría evolutiva sobre el origen de las espacies. En esta se sustenta
que la especie humana, el homo sapiens, surgió dentro de la evolución
biológica de la selección natural y la selección sexual.
Las dos teorías anteriores tienen algo en
común, en ninguna se ostentan diferencias entres los hombres. Solo hay una
especie, la humana y todos sus miembros son iguales entre sí.
Las diferencias entre los hombres son
producto de los adornos con los que estos se han rodeado. Entiéndase adorno
como todo aquello con lo que no se nace, creencias, posturas y cosas materiales.
La antigua Alejandría, no se aleja mucho de
realidad actual. Los hombres aun no han comprendido la relatividad sus
creencias y se obstinan para defenderlas como si estas fuesen supremas e
irrefutables. Sin embargo, existen hombres que se atreven a mostrar vulnerabilidad en cuanto a sus creencias
y postulados.
Estos hombres al igual que Hipatía, se
despojan de los adornos de sus vidas y se aproximan, desde la simpleza de su
ser, a nuevos descubrimientos, sin ataduras ni prejuicios preestablecidos.
Entendiendo que la igualdad se sustenta en las diferencias y que cuestionar lo
que se cree es un deber.
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